Avance de temporada
Madrid, a 29 de octubre de 2022
Rosa Sánchez de la Vega. Escritora.
Hace apenas unas semanas cuando aún no había comenzado el otoño—por fechas de calendario—salíamos a la calle con ropa de verano luciendo aún el moreno de playa o montaña bajo una piel quemada no ya por el tiempo de exposición al sol; o sí. Hay que aprovechar al máximo, que uno no tiene todo el mes y no caemos en la cuenta de que son las horas de mayor exposición las más dañinas y destructoras de la fina barrera protectora del cuerpo, que a la vuelta de vacaciones empieza a desprenderse y nos pelamos deseando que mude rápido la piel y repare el error de año tras año.
Mi paseo de otoño veraniego no tenía otro cometido que el de hacer compras y reponer el frigorífico y la despensa. Ansiaba disponer de ingredientes para un gazpacho, una ensalada de pasta, helados, fruta fresca y una lista de alimentos poco calóricos que aún no era tiempo de cocidos, potajes, ni sopas castellanas.
Mi sorpresa al entrar en el supermercado fue que en la carrera por adelantarnos a las fiestas, fomentar el consumo y hacernos sentir el cambio de un verano tan largo como está siendo este. Bien; pues en el sprint final los turrones, mazapanes y polvorones habían ganado por unos cuantos estantes—perdón—metros de diferencia a las “terroríficas” calabazas, gominólas en forma de fantasmas y demás atrezos para la fiesta de Halloween. Lo mejor de todo era que en las estanterías ya te deseaban ¡Felices Fiestas!
Finales de Septiembre y ya era Navidad. Me impactó. Pensé que no podía ser. Que era yo metida en mis historias, pero no. Allí estaba ya el mes de Diciembre. Sentí pena. Tristeza, sí. La inmediatez había llegado también al calendario, al sentimiento Navideño, a la espera gozosa por todas y cada una de las celebraciones.
Olvidé de forma voluntaria que iba a comprar fruta por miedo a encontrarme las uvas de Fin de Año, ya contadas. Sin pipos. Sin piel—todavía no, pero llegará pronto—,ya sin nada…
El calentamiento global—por mucho que algunos lo nieguen— viene con tanta fuerza y tan aprisa como nuestro anticipo a celebrarlo todo antes de tiempo. O mejor dicho, a no celebrar nada porque todo parece igual.
¿Comer turrones en Septiembre? Sí. Por qué no.
¿Desearte Felices Fiestas con motivos navideños? Puede llevarte a la confusión.
¿Qué le decimos a los niños? Que es Navidad, pero dentro de unos meses. Que se puede comer turrón y hasta poner el Belén y el árbol. Sobre todo el árbol de Navidad porque Papá Noel llega antes. Repleto de regalos aunque venga solo.
¿Lo disfrazamos medio cuerpo de algo terrorífico y el otro medio de Papá Noel?
¿Le ponemos en una de las manos una calabaza de chocolate y en la otra unos cuantos regalos que ha de darse prisa en abrir?
De paso que alguien le explique por qué todo antes de tiempo. Por qué todo al mismo tiempo.
El consumo marca nuestro calendario. Nuestras costumbres. Nuestras fiestas. Saber esperar.
Quizás el mundo vuelve a darnos una lección. La ropa de invierno pende en las perchas de las tiendas, mientras la estación estival sigue retando al otoño.
PD—No fui capaz de comprar nada.