El análisis económico del otoño
José Carlos Díez. Economista y analista económico.
Madrid, a 4 de octubre de 2022
El escenario que anticipé en mi último informe de julio lamentablemente se ha cumplido. El turismo ha ido muy bien con las pernoctaciones en hoteles de los extranjeros casi a niveles de 2019 y de los españoles ya por encima. Eso tiene un efecto muy importante sobre la creación de empleo. El 9% de los afiliados a la Seguridad Social trabajan en la hostelería pero ese sector ha explicado uno de cada tres empleos en el último año. En el resto de sectores las cosas están hoy peor que antes de verano y las perspectivas es que sigan empeorando durante el invierno.
La causa principal de los problemas económicos es la guerra de Ucrania. Putin ya ha pasado a reconocer su estrategia: si Europa no elimina las sanciones impuestas a Rusia, no habrá gas por los gaseoductos. No hay alternativa a corto y medio plazo al gas ruso. Por esa razón ante la escasez de oferta de gas, los precios se han disparado.
Desde junio el precio del gas se ha triplicado en la principal referencia europea, como se observa en el gráfico anterior. El precio del gas tiene el doble de repercusión sobre el precio de la electricidad y por eso se observa también en el gráfico que los precios se han disparado con la misma intensidad. El gas y la electricidad son dos insumos básicos para la producción industrial. Por lo tanto, si se confirma escasez de gas el próximo invierno habrá que reducir la producción industrial y Europa entrará en recesión.
Otro problema que genera la crisis del gas es que aumenta la inflación. En escenarios normales, en recesiones o con menor crecimiento las presiones de inflación moderan y los bancos centrales pueden bajar los tipos de interés para favorecer el crecimiento. Con inflación, los bancos centrales tienen que subir los tipos para contener la inflación y con un impacto negativo sobre el crecimiento del PIB y del empleo.
En esta ocasión venimos de una década sin inflación y tipos de interés cero o negativos en la mayoría de países desarrollados. En el gráfico anterior se observa que la Reserva Federal inyectó casi 5 billones de dólares durante la pandemia. Eso es una cantidad superior a la de 2008 cuando colapsó todo el sistema financiero internacional. Ahora, además de subir tipos de interés, está reduciendo el balance a un ritmo anunciado de 90.000 millones mensuales.
Inyectar dinero tuvo un efecto expansivo sobre el PIB y el empleo y también sobre los precios de los activos, principalmente bolsas y viviendas. Retirar dinero del sistema tendrá un efecto negativo sobre el PIB y el empleo y también sobre los precios de la vivienda y de las acciones. La subida de tipos favorece que los inversores dejen su dinero de nuevo en renta fija, especialmente a corto plazo y sobre todo en el dólar que es la moneda que está subiendo tipos más rápido.
El escenario para EEUU es de estancamiento o ligera recesión. De momento el empleo sigue creciendo pero en agosto fueron 300.000 nuevos empleos y en meses anteriores eran 500.000. El riesgo es que la Fed se pase de frenada, active una crisis financiera y de nuevo entremos en dinámicas de deflación. El escenario es tan binario que es incierto por naturaleza. Si tu sensación querido lector es que no entiendes muchas cosas de las que pasan, estás acertado. Los economistas que llevamos décadas analizando el seguimiento de la economía también nos sucede con muchos fenómenos que se están produciendo.
En China los aranceles de Trump en 2018 ya supusieron un intenso shock sobre su modelo de desarrollo industrial orientado a exportaciones. Ahora Biden ha ido más allá de la guerra económica con posicionamiento firme en Taiwán y en Asia, como demostró la venta de armamento a Australia. En ese escenario hay dudas sobre el crecimiento futuro de China. El primer efecto de este cambio ha sido el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Eso ha afectado a la solvencia del sistema bancario. Con menor crecimiento y problemas de solvencia en el sistema financiero China empieza a recordar a Japón en los años noventa. Veremos.
Europa es una economía con una población envejecida y bajo crecimiento del consumo doméstico y eso nos hace muy dependientes de las exportaciones. Por lo tanto, el frenazo de crecimiento en EEUU y China nos afecta especialmente. A eso hay que sumar la incertidumbre de la guerra y el corte de suministro de gas ruso. Llevo un año advirtiendo que este escenario iba a llegar y lamentablemente he acertado. Ahora veo un vuelco en las expectativas con excesivo pesimismo. Es cierto que nos enfrentamos a un invierno muy complicado en toda Europa, pero como afirmé en mi primer libro de 2013: “Hay Vida después de la Crisis”. De esta también.
Los inventarios de gas están llenos y eso hace que el gas sea un bien perecedero. Putin al cerrar el gasoducto completamente ha tenido que quemar el gas. Si se produjera un alto el fuego en Ucrania y se normalizase el suministro por los tubos, el precio de esa materia prima se desplomaría en pocos días. Si eso sucede, la infección que provoca inflación y riesgo de recesión en Europa terminaría inmediatamente y la economía rebotaría con fuerza.
El problema es que ninguna guerra es igual y los economistas no podemos medir la media y la varianza de las guerras para anticipar un escenario. Eso está en manos de los militares y de los diplomáticos y esa es la incertidumbre que tanto daño hace a la economía y las inversiones de las empresas en el próximo año.
La inflación es principalmente de costes y por el lado de la oferta, pero sólo hablamos de la política monetaria que afecta a la demanda. La política fiscal debería ayudar a contener la inflación y al menos ser neutral. Pero los gobiernos no paran de tomar medidas expansivas que provocan más inflación y más fiebre a la economía. ¿La última? La nueva primera ministra británica que acaba de anunciar un plan de estímulo fiscal que aumentaría un 10% la deuda pública.
Pero, sobre todo, las economías necesitan reformas estructurales que minimicen el impacto de la inflación por el lado de la oferta. Las clásicas son mercados de trabajo donde la formación de salarios sean menos inflacionistas y mercados de bienes y servicios con mayor nivel de competencia para reducir el poder de fijación de precios de las empresas. También pactos de rentas que pongan de acuerdo a trabajadores públicos y privados, pensionistas y parados en subidas de salarios que compensen la subida de inflación, pero que no se alejen mucho de los objetivos de estabilidad de precios de los bancos centrales convirtiendo un problema de corto plazo provocado por una guerra en uno que tarde años en solucionarse.
El escenario para nuestra querida España es muy complicado. Es cierto que nosotros tenemos capacidad de regasificación en nuestros puertos y no nos va a faltar gas como en muchos de nuestros socios europeos. Pero eso nos fuerza a pagar el gas a precio de mercado y el impacto negativo sobre inflación y crecimiento lo tenemos. El menor crecimiento industrial de nuestros socios europeos (que tengan cortes de gas) afectará también negativamente a nuestras exportaciones industriales. Por lo tanto, nuestra economía es parte de la unión económica y monetaria europea y aquí también hay riesgo de recesión.
En el gráfico anterior se observa que tras publicarse el dato de afiliaciones a la Seguridad Social de agosto la estimación de PIB del modelo de la Airef anticipa una caída del PIB del 0,4% en el 3tr22. Si se mantiene el corte de suministro de gas ruso es altamente probable que el PIB en el 4tr22 sea también negativo. Por lo tanto, es muy probable que la economía española esté ya en recesión, según la convención de dos trimestres con caídas de PIB consecutives.
Otro problema del que la mayoría de españoles no es consciente de su gravedad es que nuestra inflación subyacente, excluyendo energía y alimentos, es ya del 6,4% y no ha parado de crecer desde el pasado verano. La inflación subyacente en la Eurozona es del 4,3%. España tiene una inflación subyacente similar a la de EEUU donde la tasa de paro es del 3,7% y dos puntos más que nuestros europeos donde la tasa de paro es la mitad que la nuestra.
Dentro del euro y sin capacidad de devaluar la divisa, una subida de salarios de 2 puntos anuales, sin mejoras de productividad, en cinco años supondría un 10%.
menos de competitividad de nuestras exportaciones, menos industria, menor crecimiento económico y menos empleo. Es increíble que estos temas no formen parte de los debates que siguen los españoles para informarse.
Para reducir una inflación tan elevada y creciente y retornarla al 2% de objetivo de estabilidad de precios del BCE nos llevará años y costará sangre, sudor y lágrimas. Principalmente afectará a los desempleados y a los jóvenes que tardarán más tiempo en encontrar un empleo y será con salarios precarios pero también a muchos españoles que hoy tienen trabajo y que serán despedidos en los próximos cinco años por que su empresa ha perdido ventas por la falta de competitividad, especialmente en el sector industrial.
Si el BCE sube tipos hasta el 2-2,5%, la política monetaria para España seguiría siendo expansiva y no revertiría el problema de inflación. Este año el gasto público está estancado y el estado ha reducido significativamente el déficit. La política fiscal ha sido contractiva, pero no ha evitado que la inflación subyacente suba al 6,4%. Si el Gobierno mantiene subir las pensiones un 8-9% la política fiscal será expansiva en 2023 y, por lo tanto inflacionista.
La subida de pensiones con el IPC revienta el pacto de rentas y fuerza a los sindicatos a pedir subidas salariales próximas al 5% y con pactos de revisión futura, lo cual prolonga el problema de la inflación en el tiempo. Todas las medidas tomadas por este gobierno en materia laboral han sido para meter más fricción y hacer más inflacionista nuestro mercado de trabajo. Y las supuestas reformas de oferta que comprometimos para conseguir fondos europeos están siendo muy cosméticas y con escaso efecto a corto plazo para mitigar las presiones inflacionistas.
En energía, hay que prolongar la vida de las centrales nucleares actuales hasta que aumente la capacidad de generación de renovables y se resuelva la incertidumbre sobre el gas. En la generación de renovables España tiene ventaja al tener el doble de horas de sol que nuestros socios europeos. Hay interés inversor privado en el sector. El problema es el monumental atasco en el ministerio de energía para aprobar licencias, que no ha parado de aumentar desde que la ministra Teresa Ribera llegó al ministerio en 2018. Igual que durante la pandemia, sería necesario que el ministerio pida apoyo a la UME para resolver ese atasco. Esas plantas se podrían instalar en pocos meses y reducir nuestra dependencia del gas y mitigar el empobrecimiento que ha provocado sobre todos los españoles, especialmente los de menor renta.
En definitiva, un invierno duro. En España llevamos en campaña electoral permanente desde 2015, lo cual dificulta la toma de decisiones. El PP lidera ahora las encuestas pero las propuestas de Feijóo de momento son muy superficiales, poco elaboradas y la mayoría de medidas que propone son inflacionistas, lo cual prolongaría el dolor que provoca esta crisis energética en el tiempo.
No obstante, cuando escuches las trompetas del apocalipsis es que estamos llegando a la muralla de Jericó. Hay Vida después de esta Crisis y, como nos enseñó Keynes, cuando piensas que va a llegar lo inevitable, sucede lo imprevisto. Seguiré informando en los próximos meses. Buen curso económico a todos.