El abejaruco
Ricardo Hernández. Escritor.
El abejaruco común o europeo es un ave que vive una parte de su vida en la península pero que procede del área tropical del continente africano. Sus llamativos colores y su cola terminada en punta la caracterizan como una especie llamativa que no pasa desapercibida.
Son aves coloniales que viven principalmente en hábitats característicos de clima mediterráneo cuando cruzan a la península y a parte de Europa en primavera.
Ojeando los cuadernillos de campo de Rodríguez de la fuente, que quizás alguno de los lectores conozca, encontré uno, concretamente el número 35, que contenía algunas curiosidades sobre esta especie que ahora voy a detallar.
Este cuadernillo no sólo menciona al abejaruco, sino que abarca otras dos especies; la abubilla y la carraca. Las tres pertenecen al Orden Coraciiformes, al que también pertenece el conocido martín pescador y todas presentan sindáctila que es la unión mayor o menor, en alguna porción, entre los dedos anteriores.
El librillo explica cómo los abejarucos realizan sus oquedades de algo más de un metro en terreras para depositar la puesta perdiendo 1 cm. de su pico mientras realizan dicha labor. Estas excavaciones son más altas que anchas y en algunas ocasiones excepcionales pueden llegar a los 3 metros. Aprovechando el trabajo de los abejarucos, los conejos pueden agrandar dichos agujeros para construir sus madrigueras.
En las terreras coloniales hay muchas oquedades pero no todas son cámaras de cría, sino que algunas están vacías para disuadir a depredadores como la culebra bastarda.
Algo curioso que me llamó la atención y que resaltan en dicho cuadernillo es la forma en que los pollos se “organizan” para recibir la comida. Al final de la galería se abre una cámara donde yacen los polluelos inmóviles y mirando hacia la pared. Cuando aparece uno de los padres con comida, un polluelo, en ese momento el más combativo, se abre camino mediante empujones y picotazos (sin causarse daño serio) hacia la galería en busca del progenitor y comienza a recibir las avispas o libélulas en su pico. Cuando ha pasado un instante, otro de los pollos, probablemente el más hambriento, se acerca hacia su hermano echándolo de la zona de pitanza para ponerse en su lugar, mientras su hermano regresa a la cámara y se pone de nuevo inmóvil y contra la pared. De esta forma todos se van alimentando de forma alternativa y equilibrada, probablemente en función del apetito de cada pollo.
Estas bellas aves insectívoras que se alimentan de nuestras beneficiosas abejas pero también de otros muchos insectos perjudiciales, cuyas poblaciones aumentan de forma geométricamente exagerada regresan a sus zonas tropicales a finales del verano, dejándonos con buen sabor de boca sabiendo que la próxima primavera podremos apreciar su bello y llamativo plumaje además de su vuelo de planeo pausado que en ocasiones se convierte en acrobático tras una libélula que, como un helicóptero, sobrevuela el manso río.